miércoles, 26 de abril de 2006

La ciudad


La semana pasada un amigo me dijo que estaba triste porque había terminado el último libro de Paul Auster, Brooklyn Follies. Dos días más tarde yo también lo acabé y despedí a Nueva York hasta otra ocasión. Con los libros de Auster sucede que los leemos rápidamente porque queremos saber a dónde nos llevan esos maravillosos personajes, y cuando los terminamos, se nos queda una sensación de vacío que el siguiente libro tiene muy difícil llenar. Nunca he estado físicamente en Nueva York, pero creo que la conozco bien, gracias a Woody Allen, a Paul Auster y a mi madre, que estuvo allí hace 15 años y me hizo vivir sus recuerdos como si fueran míos.